Del problema de enamorarse de cosas prácticas
Me enamoré de Práctica en el verano del 98, cuando la vi por primera vez en un parque cualquiera, en medio de gente común y corriente que fue testigo de nuestro amor a primera vista, ¿o fue a segunda vista? Todavía no lo sé. El hecho es que comenzamos a pasar tiempo juntos. Yo disfrutaba como loco besar su piel brillante, casi tan adictiva como la cocaína, hundirme en su sexo, embriagarme con su olor narcotizante… pero como todo jovencito bobo e inexperto, resulté ser un inútil para cumplir con todas sus necesidades, por lo que la fui perdiendo poco a poco, como se escurre un puñado de arena entre las manos. Cuando terminamos, me costó digerir esa ruptura. Práctica había dejado una profunda huella en mi manera de percibir las cosas, en mi forma de amar, y me entregué irremediablemente a las drogas y al alcohol. Unos amigos que tenía por aquel entonces, me invitaban frecuentemente al bar, y yo me emborrachaba tomando dos o tres cervezas, ya que nunca había sido un asiduo bebedor. Ent